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Artículos de Opinión sobre los temas de Comercio Internacional, Integración, Operaciones y Actualidad Comercial Internacional
jueves, 31 de octubre de 2013
Mercosur tomó decisiones políticas unánimes en el frente externo
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Antonio Abche
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23:07
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Una nueva Cumbre del MERCOSUR: ¿hacia un foro político?
15/7/2013 | Por Ignacio Bartesaghi
Una nueva Cumbre del MERCOSUR: ¿hacia un foro político?
El viernes 12 de julio de 2013, se realizó en Montevideo una nueva Cumbre del Mercosur, que contó con la participación de todos los presidentes del bloque a excepción de Paraguay, que continúa suspendido.
La XLV Reunión Ordinaria del Consejo del Mercado Común (CMC) aprobó un total de 15 normas, uno de los niveles de aprobación más bajos de los últimos años. El resultado en cuanto a su contenido no es mucho mejor, ocupándose las decisiones de aspectos más bien institucionales, pero en ningún caso, considerando aquellos asuntos de fondo que están afectando el desarrollo del proceso de integración.
En efecto, solo a modo de ejemplo, el capítulo sobre la evaluación general del Mercosur disponible en el acta de la XLV Reunión Ordinaria del CMC, confirma la aseveración anterior. En su desarrollo, se establece que el avance del Mercosur en su relacionamiento externo (este debería ser uno de los temas centrales de la agenda si se tiene en cuenta la dinámica internacional en este campo) fue la firma de un Acuerdo Marco de Asociación con Guyana y Surinam, otro convenio que se suma a la ya larga lista de acuerdos sin impactos ciertos en términos económicos.
Más allá del debate generado en cuanto a si el Mercosur es un acuerdo político o económico, parece claro que un proceso de integración de la profundidad pretendida por el Mercosur (un mercado común), necesariamente tiene que contar con un componente político. Además, es esperable y valorable que los presidentes de una misma región dispongan de la posibilidad de intercambiar opiniones en encuentros regulares como los asentidos por las Cumbres del Mercosur o de la UNASUR, de los cuales naturalmente deberán emerger declaraciones que atiendan y velen por los intereses de cualquier país de la región.
El problema se presenta cuando existe un desbalance entre lo político y lo económico, ocupando lo político todos los espacios de la agenda del bloque y prácticamente desconociendo la importancia de lo económico, o lo que es peor, omitiendo aquellos temas pendientes o dificultades que en última instancia terminan afectando a todos los ciudadanos del Mercosur, debiendo ser éstos, los principales beneficiados por el fenómeno de la integración.
Al respecto, desde la Cumbre de San Juan del año 2010, quizás la última donde se aprobaron normas de significación económica (con la posible excepción del impacto económico que puede traer aparejado el ingreso de Venezuela al Mercosur), si bien las mismas siguen sin implementarse, el bloque no ha avanzado en los temas centrales en consonancia con su deseada profundización.
En contrapartida, las decisiones políticas han marcado el desarrollo del bloque en los últimos años, incluso superando las barreras jurídicas que todos los miembros deberían respetar, pero especialmente los más pequeños. La modalidad en que se concretó el ingreso de Venezuela al Mercosur es un buen ejemplo de lo comentado, afectando la credibilidad del bloque en cuanto al respeto de sus normas y confirmando el desbalance entre los dos pilares ya comentado.
Parece ser, que los presidentes del Mercosur sin excepción, visualizan al proceso como un foro político y ya no más como un proceso de integración, aspecto que se hace evidente desde el momento en que las dificultades entre los socios se resuelven de forma bilateral, o cuando la posible profundización de las normas comunitarias acordadas entre los miembros, también se plantean en clave bilateral.
A futuro, el proceso de integración seguirá demandando decisiones políticas, ya que ese será el único camino posible para remediar la situación jurídica generada por las normas aprobadas en el período de suspensión de Paraguay, algunas de ellas, de alta significación como lo fue el ingreso de Venezuela al bloque o la aprobación del Protocolo de Adhesión de Bolivia como miembro pleno del Mercosur.
A esta altura, es más que necesario el pronto regreso de Paraguay al Mercosur y la convalidación de las normas aprobadas durante su suspensión.
Ahora bien, luego de alcanzar ese escenario, es deseable que la relación entre el enfoque político y económico vuelva a su justo equilibrio, ocupando este último, el lugar que indican las normas originarias y los objetivos fundacionales -muchos aún por alcanzarse- del bloque. Pero muy especialmente, cabe reflexionar sobre la importancia de respetar las normas jurídicas, que voluntaria y legítimamente, fueron aprobadas por los mismos socios que tiempo después optaron por desconocerlas.
De no seguirse dicho camino, se estaría confirmando la desnaturalización del Mercosur como proceso de integración, y serían firmes los pasos hacia la creación de un nuevo foro político de nombre “MERCUNASUR”.
[mercosurabc]
Una nueva Cumbre del MERCOSUR: ¿hacia un foro político?
El viernes 12 de julio de 2013, se realizó en Montevideo una nueva Cumbre del Mercosur, que contó con la participación de todos los presidentes del bloque a excepción de Paraguay, que continúa suspendido.
En efecto, solo a modo de ejemplo, el capítulo sobre la evaluación general del Mercosur disponible en el acta de la XLV Reunión Ordinaria del CMC, confirma la aseveración anterior. En su desarrollo, se establece que el avance del Mercosur en su relacionamiento externo (este debería ser uno de los temas centrales de la agenda si se tiene en cuenta la dinámica internacional en este campo) fue la firma de un Acuerdo Marco de Asociación con Guyana y Surinam, otro convenio que se suma a la ya larga lista de acuerdos sin impactos ciertos en términos económicos.
Más allá del debate generado en cuanto a si el Mercosur es un acuerdo político o económico, parece claro que un proceso de integración de la profundidad pretendida por el Mercosur (un mercado común), necesariamente tiene que contar con un componente político. Además, es esperable y valorable que los presidentes de una misma región dispongan de la posibilidad de intercambiar opiniones en encuentros regulares como los asentidos por las Cumbres del Mercosur o de la UNASUR, de los cuales naturalmente deberán emerger declaraciones que atiendan y velen por los intereses de cualquier país de la región.
El problema se presenta cuando existe un desbalance entre lo político y lo económico, ocupando lo político todos los espacios de la agenda del bloque y prácticamente desconociendo la importancia de lo económico, o lo que es peor, omitiendo aquellos temas pendientes o dificultades que en última instancia terminan afectando a todos los ciudadanos del Mercosur, debiendo ser éstos, los principales beneficiados por el fenómeno de la integración.
Al respecto, desde la Cumbre de San Juan del año 2010, quizás la última donde se aprobaron normas de significación económica (con la posible excepción del impacto económico que puede traer aparejado el ingreso de Venezuela al Mercosur), si bien las mismas siguen sin implementarse, el bloque no ha avanzado en los temas centrales en consonancia con su deseada profundización.
En contrapartida, las decisiones políticas han marcado el desarrollo del bloque en los últimos años, incluso superando las barreras jurídicas que todos los miembros deberían respetar, pero especialmente los más pequeños. La modalidad en que se concretó el ingreso de Venezuela al Mercosur es un buen ejemplo de lo comentado, afectando la credibilidad del bloque en cuanto al respeto de sus normas y confirmando el desbalance entre los dos pilares ya comentado.
Parece ser, que los presidentes del Mercosur sin excepción, visualizan al proceso como un foro político y ya no más como un proceso de integración, aspecto que se hace evidente desde el momento en que las dificultades entre los socios se resuelven de forma bilateral, o cuando la posible profundización de las normas comunitarias acordadas entre los miembros, también se plantean en clave bilateral.
A futuro, el proceso de integración seguirá demandando decisiones políticas, ya que ese será el único camino posible para remediar la situación jurídica generada por las normas aprobadas en el período de suspensión de Paraguay, algunas de ellas, de alta significación como lo fue el ingreso de Venezuela al bloque o la aprobación del Protocolo de Adhesión de Bolivia como miembro pleno del Mercosur.
A esta altura, es más que necesario el pronto regreso de Paraguay al Mercosur y la convalidación de las normas aprobadas durante su suspensión.
Ahora bien, luego de alcanzar ese escenario, es deseable que la relación entre el enfoque político y económico vuelva a su justo equilibrio, ocupando este último, el lugar que indican las normas originarias y los objetivos fundacionales -muchos aún por alcanzarse- del bloque. Pero muy especialmente, cabe reflexionar sobre la importancia de respetar las normas jurídicas, que voluntaria y legítimamente, fueron aprobadas por los mismos socios que tiempo después optaron por desconocerlas.
De no seguirse dicho camino, se estaría confirmando la desnaturalización del Mercosur como proceso de integración, y serían firmes los pasos hacia la creación de un nuevo foro político de nombre “MERCUNASUR”.
[mercosurabc]
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Cumbre Mercosur Social
15/7/2013 | Reclamó incorporar actores sociales para avanzar en integración y complementación productiva
Cumbre Mercosur Social
Con la presencia del canciller Luis Almagro se cerró la cumbre del MERCOSUR Social que contó con representantes de ministerios del área social y de organizaciones sociales y sindicales.
El jefe diplomático sostuvo que esta cumbre es un motor esencial en los avances hacia la manifestación profunda e inclusiva de todos los sectores de las naciones hermanas, además de un espacio para la reflexión conjunta y la construcción de conciencia.
Durante el cierre de la XV Cumbre Social del MERCOSUR, Almagro reconoció la presencia de las delegaciones de todos los países, en especial de la República de Paraguay que continuó participando de las reuniones técnicas y de la República Bolivariana de Venezuela que el viernes 12 tomó por primera vez la Presidencia Pro Tempore del MERCOSUR.
Resaltó que la participación social en el proceso de integración adquiere fundamental relevancia y que este tipo de cumbre debe aportar a la construcción de conciencia de cada uno de los pueblos y de la visión general de patria grande. “Ese espíritu libertario de la patria grande que viene del fondo de la historia y que en cada una de las acciones de nuestro gobiernos pretenden recrear”.
Ante la preocupación de las organizaciones sociales por los hechos que afectaron al Presidente, Evo Morales, en Europa, con el cierre del espacio aéreo para el avión presidencial, Almagro, sostuvo que la garantía de inmunidad de un Jefe de estado es una garantía de inmunidad a los pueblos. “Cuando el mínimo derecho se viola de uno de nuestros jefes de estado es una ofensa a todos nosotros, es una ofensa a la patria grande”, subrayó.
Aportes de las organizaciones de la sociedad civil
Por su parte, las organizaciones sociales, sindicales y populares manifestaron en su declaración la necesidad de profundizar la integración regional en América del Sur, evento en el que el MERCOSUR es parte fundamental para lograr ese objetivo.
Denunciaron una “fuerte contraofensiva del imperialismo para recuperar posiciones en América Latina y el Caribe” que tiene como factor común la imposición a algunos de los gobiernos latinoamericanos de la llamada Alianza del Pacífico que busca reinstalar la filosofía neoliberal del ALCA. En ese sentido, rechazaron la idea impulsada por sectores conservadores de que la Alianza del Pacífico sea un proceso de integración regional.
Ante los hechos que afectaron la seguridad personal del Presidente Evo Morales y su comitiva, instaron a los jefes de estado del MERCOSUR a interrumpir el proceso de cumbres iberoamericanas que impulsan España y Portugal hasta que lleguen las explicaciones demandadas en la Declaración de Cochabamba.
Manifestaron su compromiso para colaborar con la Presidencia Pro Témpore por parte de Venezuela, con el objetivo de avanzar en la profundización del MERCOSUR para el desarrollo efectivo de los estados. Las organizaciones expresaron que es imprescindible la incorporación de los actores sociales para consolidar avances acordados en materia de integración y complementación productiva. En tal sentido, consideraron que los gobiernos deben aprobar las medidas necesarias para que el FOCEM se transforme en una herramienta para la complementación productiva y la inclusión social de los países del MERCOSUR, según la Secretaría de Comunicación de la Presidencia de la República.
Cumbre Mercosur Social
Con la presencia del canciller Luis Almagro se cerró la cumbre del MERCOSUR Social que contó con representantes de ministerios del área social y de organizaciones sociales y sindicales.
Durante el cierre de la XV Cumbre Social del MERCOSUR, Almagro reconoció la presencia de las delegaciones de todos los países, en especial de la República de Paraguay que continuó participando de las reuniones técnicas y de la República Bolivariana de Venezuela que el viernes 12 tomó por primera vez la Presidencia Pro Tempore del MERCOSUR.
Resaltó que la participación social en el proceso de integración adquiere fundamental relevancia y que este tipo de cumbre debe aportar a la construcción de conciencia de cada uno de los pueblos y de la visión general de patria grande. “Ese espíritu libertario de la patria grande que viene del fondo de la historia y que en cada una de las acciones de nuestro gobiernos pretenden recrear”.
Ante la preocupación de las organizaciones sociales por los hechos que afectaron al Presidente, Evo Morales, en Europa, con el cierre del espacio aéreo para el avión presidencial, Almagro, sostuvo que la garantía de inmunidad de un Jefe de estado es una garantía de inmunidad a los pueblos. “Cuando el mínimo derecho se viola de uno de nuestros jefes de estado es una ofensa a todos nosotros, es una ofensa a la patria grande”, subrayó.
Aportes de las organizaciones de la sociedad civil
Por su parte, las organizaciones sociales, sindicales y populares manifestaron en su declaración la necesidad de profundizar la integración regional en América del Sur, evento en el que el MERCOSUR es parte fundamental para lograr ese objetivo.
Denunciaron una “fuerte contraofensiva del imperialismo para recuperar posiciones en América Latina y el Caribe” que tiene como factor común la imposición a algunos de los gobiernos latinoamericanos de la llamada Alianza del Pacífico que busca reinstalar la filosofía neoliberal del ALCA. En ese sentido, rechazaron la idea impulsada por sectores conservadores de que la Alianza del Pacífico sea un proceso de integración regional.
Ante los hechos que afectaron la seguridad personal del Presidente Evo Morales y su comitiva, instaron a los jefes de estado del MERCOSUR a interrumpir el proceso de cumbres iberoamericanas que impulsan España y Portugal hasta que lleguen las explicaciones demandadas en la Declaración de Cochabamba.
Manifestaron su compromiso para colaborar con la Presidencia Pro Témpore por parte de Venezuela, con el objetivo de avanzar en la profundización del MERCOSUR para el desarrollo efectivo de los estados. Las organizaciones expresaron que es imprescindible la incorporación de los actores sociales para consolidar avances acordados en materia de integración y complementación productiva. En tal sentido, consideraron que los gobiernos deben aprobar las medidas necesarias para que el FOCEM se transforme en una herramienta para la complementación productiva y la inclusión social de los países del MERCOSUR, según la Secretaría de Comunicación de la Presidencia de la República.
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La agenda comercial externa del Mercosur
15/7/2013 | Requerimientos de las futuras negociaciones internacionales
La agenda comercial externa del Mercosur
Con quién, cómo, con qué alcance y en qué plazos se aspira a entablar negociaciones comerciales externas, es uno de los elementos centrales de la agenda comercial externa de un grupo de países que comparten un proceso de integración, tal el caso del Mercosur. Implica enviar señales a los otros países sobre sus preferencias y prioridades, señala Félix Peña (*) en su trabajo del mes de julio.
Especialmente a aquellos con los cuáles se aspira a negociar. Y significa, sobre todo, orientar a inversores propios y ajenos sobre el futuro que se imagina para su comercio de bienes y de servicios, y para sus inversiones productivas. Es un elemento de previsibilidad.
Todo ello es más importante cuando se observa que muchos de los actuales y potenciales socios o competidores del Mercosur y de sus países miembros, tienden a replantearse sus propias agendas de negociaciones comerciales externas, especialmente como resultante de los cambios internacionales que se están produciendo en tres planos muy relacionados entre sí. Ellos son: el del sistema comercial multilateral institucionalizado en la OMC; el de las negociaciones de mega-acuerdos comerciales preferenciales, incluso de alcance inter-regional, y el de las múltiples modalidades de encadenamientos productivos transnacionales con alcance global y, a veces, sólo regional o inter-regional.
En tres informes recientes producidos por instituciones empresarias del Brasil, se observa el planteamiento del requerimiento de flexibilidad en los acuerdos que se negocien, por ejemplo, entre el Mercosur y la UE. La idea sería alcanzar la flexibilización en el marco de un acuerdo “paraguas”, en el que se contemple una red con múltiples velocidades de desgravación arancelaria y también geometrías variables en los compromisos en temas no arancelarios, como son los marcos regulatorios del comercio y de las inversiones.
Sin embargo una figura presente en uno de estos informes brinda opciones más interesantes que conviene explorar en el debate que de hecho han instalado las instituciones empresarias brasileras. Tales opciones son tres: la de la implementación gradual de las medidas negociadas; la de salvaguardias transitorias generales, especiales y sectoriales, y la de mecanismos de entrenamiento y reubicación profesional Incluir este tipo de medidas en el acuerdo bi-regional permitiría contemplar eventuales situaciones específicas, derivadas de disparidades resultantes de asimetrías de desarrollo económico existentes tanto en el interior del Mercosur como con respecto a los países de la UE.
Tal como sucede con las personas, las empresas o las instituciones, un grupo de países que se vinculan en un proceso de integración, especialmente si incluye un arancel externo común como un elemento central de sus disciplinas colectivas, tiene que tener una agenda para su relacionamiento comercial externo. O al menos así conviene que sea. En ella se suelen definir prioridades, frentes de acción, pasos a dar, en lo posible, un cronograma. En los tiempos modernos, lo normal sería que tal agenda pudiera ser consultada por los ciudadanos en las respectivas páginas Web. No siempre eso es así. Si se trata de una asociación de países, tal el caso del Mercosur, la agenda externa define la hoja de ruta para su posible, necesaria o deseada inserción comercial en el mundo y en su región.
Con quién, cómo, con qué alcance y en qué plazos se aspira a entablar negociaciones comerciales externas, es uno de los elementos centrales de cualquier agenda comercial externa de un grupo de países que comparten un proceso de integración. Implica enviar señales a los otros países sobre sus preferencias y prioridades. Especialmente a aquellos con los cuáles se aspira a negociar. Y significa, sobre todo, orientar a inversores propios y ajenos sobre el futuro que se imagina para su comercio de bienes y de servicios, y para inversiones productivas que generen empleo y bienestar. Es un elemento de previsibilidad.
Por todo ello, es más que conveniente que tal agenda comercial externa sea la resultante, en cada país miembro, de consultas intensas con los sectores de la producción, del trabajo y del consumo. Incluso de iniciativas que provengan de cada uno de los distintos sectores. Y lo óptimo suele ser que la agenda que se defina haya sido objeto de debate en los respectivos Parlamentos. El que trascienda de los niveles burocráticos, hace a su legitimidad social.
Todo ello es más importante aún en un mundo que se ha vuelto más complejo, diverso y dinámico. Y también lo es cuando se observa que muchos de los actuales y potenciales socios o competidores del Mercosur y de sus países miembros, tienden a replantearse sus propias agendas de negociaciones comerciales externas, especialmente como resultante de los cambios internacionales que se están produciendo en tres planos muy relacionados entre sí.
El primero de los tres planos es el del sistema comercial multilateral institucionalizado en la OMC. Al respecto el estancamiento de la Rueda Doha evidencia dificultades en relación a una de sus funciones principales, que es precisamente la de facilitar negociaciones comerciales que abarquen a todos sus países miembros. Son dificultades que están nutriendo tendencias por parte de algunos de sus principales países miembros –por su grado de desarrollo económico y por su incidencia en los flujos de comercio e inversión en el plano global- a fugarse hacia otros ámbitos de negociaciones que les permitan profundizar los compromisos asumidos hasta el presente en el ámbito de la OMC. En algunos casos serviría como excusa para justificar tales fugas. Son tendencias que de concretarse en acuerdos firmes podrían traducirse en la fragmentación y eventualmente quiebra del sistema comercial multilateral, o al menos en la erosión de la eficacia de algunas de sus otras funciones, tal como la de la solución de diferendos comerciales.
El segundo plano es el de las negociaciones de mega-acuerdos comerciales preferenciales, incluso de alcance inter-regional. Las tres principales negociaciones en curso, son las del Trans-Pacific Partnership (TPP), del Transatlantic Trade and Investment Partnership (TATIP), y del Regional Comprehensive Economic Partnership (RECEP). A ellas deben sumarse, por su magnitud y relevancia comercial, otras como las que desarrolla la Unión Europea (UE) con la India y con el Mercosur, suponiendo de que en ambos casos finalmente se superen las actuales incertidumbres. Son negociaciones comerciales que en su conjunto cubrirían con reglas preferenciales –no necesariamente extensibles a otros países- una parte sustancial de la población, del producto bruto y del comercio mundial.
Difícil prever aún si tales negociaciones culminarán en acuerdos firmados y ratificados por los países participantes. El precedente de las negociaciones fracasadas entre los países del sistema interamericano –las del ALCA-, indican que más allá de las expectativas que puedan generarse, incluso utilizando una buena dosis de “diplomacia mediática” con todo tipo de “efectos especiales” no siempre ellas concluyen en la firma de un acuerdo. Y el precedente de la Carta de la Habana en 1948, de la cual surgió la Organización Internacional del Comercio (OIC) permite asimismo recordar que aún cuando las negociaciones concluyan con éxito, no siempre pasan luego el test de su aprobación parlamentaria y, por ende, de su ratificación y entrada en vigencia.
Pero si finalmente concluyeran y los respectivos acuerdos entraran en vigencia, podrían producir dos tipos de resultados. Incluso ellos pueden ser secuenciales. Uno sería un fuerte vaciamiento del sistema multilateral con las consecuencias que puede tener en términos de erosión de una institución relevante para la gobernanza global tal como lo es la OMC. Es decir que sus impactos trascenderían, en tal caso, el plano más limitado del comercio mundial. El otro sería el que los citados acuerdos podrían generar estándares de compromisos en materia de regulación del comercio global de bienes y de servicios, así como, entre otras, de las inversiones, la propiedad intelectual, y las compras gubernamentales, que luego se procuraría extenderlos al plano multilateral. En la práctica implicarían marginalizar países que no participan en tales acuerdos, del proceso de definición de reglas e instituciones que en el futuro regularán el comercio mundial. Y es difícil imaginar que los países excluidos, especialmente si tienen o aspiran a tener una participación relevante en el comercio mundial, acepten pasivamente tal marginalización.
Y el tercer plano es el de las múltiples modalidades de encadenamientos productivos transnacionales con alcance global y, a veces, sólo regional o inter-regional. En el glosario de la diplomacia comercial actual se las encapsula en el concepto de cadenas globales de valor. A veces ellas son resultantes de la fragmentación en distintos países de la producción de grandes empresas transnacionales, con su lógica incidencia en los flujos de inversión y en los servicios de distribución, transporte y logística. Pero también resultan de la articulación transfronteriza de grupos de empresas –muchas veces pequeñas y medianas- con nichos de especialización y con fuerte potencial de complementación. En tal caso, pueden ser la resultante de estrategias de integración productiva desarrolladas por un grupo de países, tal como se ha intentado hacer en el Mercosur y antes en el viejo Grupo Andino.
Los desarrollos recientes en estos tres planos han tenido repercusiones en América Latina y, en especial, en el espacio regional sudamericano. Por un lado, por los avances aún difíciles de precisar en sus verdaderos alcances prácticos -es decir de aquellos que trasciendan los efectos de corto plazo del juego mediático- que se estarían produciendo en el desarrollo de la Alianza del Pacífico. Por otro lado, en el debate que se está instalando en países del Mercosur sobre cómo encarar las nuevas realidades del comercio y de las negociaciones comerciales internacionales.
Versión completa: www.felixpena.com.ar
La agenda comercial externa del Mercosur
Con quién, cómo, con qué alcance y en qué plazos se aspira a entablar negociaciones comerciales externas, es uno de los elementos centrales de la agenda comercial externa de un grupo de países que comparten un proceso de integración, tal el caso del Mercosur. Implica enviar señales a los otros países sobre sus preferencias y prioridades, señala Félix Peña (*) en su trabajo del mes de julio.
Todo ello es más importante cuando se observa que muchos de los actuales y potenciales socios o competidores del Mercosur y de sus países miembros, tienden a replantearse sus propias agendas de negociaciones comerciales externas, especialmente como resultante de los cambios internacionales que se están produciendo en tres planos muy relacionados entre sí. Ellos son: el del sistema comercial multilateral institucionalizado en la OMC; el de las negociaciones de mega-acuerdos comerciales preferenciales, incluso de alcance inter-regional, y el de las múltiples modalidades de encadenamientos productivos transnacionales con alcance global y, a veces, sólo regional o inter-regional.
En tres informes recientes producidos por instituciones empresarias del Brasil, se observa el planteamiento del requerimiento de flexibilidad en los acuerdos que se negocien, por ejemplo, entre el Mercosur y la UE. La idea sería alcanzar la flexibilización en el marco de un acuerdo “paraguas”, en el que se contemple una red con múltiples velocidades de desgravación arancelaria y también geometrías variables en los compromisos en temas no arancelarios, como son los marcos regulatorios del comercio y de las inversiones.
Sin embargo una figura presente en uno de estos informes brinda opciones más interesantes que conviene explorar en el debate que de hecho han instalado las instituciones empresarias brasileras. Tales opciones son tres: la de la implementación gradual de las medidas negociadas; la de salvaguardias transitorias generales, especiales y sectoriales, y la de mecanismos de entrenamiento y reubicación profesional Incluir este tipo de medidas en el acuerdo bi-regional permitiría contemplar eventuales situaciones específicas, derivadas de disparidades resultantes de asimetrías de desarrollo económico existentes tanto en el interior del Mercosur como con respecto a los países de la UE.
Tal como sucede con las personas, las empresas o las instituciones, un grupo de países que se vinculan en un proceso de integración, especialmente si incluye un arancel externo común como un elemento central de sus disciplinas colectivas, tiene que tener una agenda para su relacionamiento comercial externo. O al menos así conviene que sea. En ella se suelen definir prioridades, frentes de acción, pasos a dar, en lo posible, un cronograma. En los tiempos modernos, lo normal sería que tal agenda pudiera ser consultada por los ciudadanos en las respectivas páginas Web. No siempre eso es así. Si se trata de una asociación de países, tal el caso del Mercosur, la agenda externa define la hoja de ruta para su posible, necesaria o deseada inserción comercial en el mundo y en su región.
Con quién, cómo, con qué alcance y en qué plazos se aspira a entablar negociaciones comerciales externas, es uno de los elementos centrales de cualquier agenda comercial externa de un grupo de países que comparten un proceso de integración. Implica enviar señales a los otros países sobre sus preferencias y prioridades. Especialmente a aquellos con los cuáles se aspira a negociar. Y significa, sobre todo, orientar a inversores propios y ajenos sobre el futuro que se imagina para su comercio de bienes y de servicios, y para inversiones productivas que generen empleo y bienestar. Es un elemento de previsibilidad.
Por todo ello, es más que conveniente que tal agenda comercial externa sea la resultante, en cada país miembro, de consultas intensas con los sectores de la producción, del trabajo y del consumo. Incluso de iniciativas que provengan de cada uno de los distintos sectores. Y lo óptimo suele ser que la agenda que se defina haya sido objeto de debate en los respectivos Parlamentos. El que trascienda de los niveles burocráticos, hace a su legitimidad social.
Todo ello es más importante aún en un mundo que se ha vuelto más complejo, diverso y dinámico. Y también lo es cuando se observa que muchos de los actuales y potenciales socios o competidores del Mercosur y de sus países miembros, tienden a replantearse sus propias agendas de negociaciones comerciales externas, especialmente como resultante de los cambios internacionales que se están produciendo en tres planos muy relacionados entre sí.
El primero de los tres planos es el del sistema comercial multilateral institucionalizado en la OMC. Al respecto el estancamiento de la Rueda Doha evidencia dificultades en relación a una de sus funciones principales, que es precisamente la de facilitar negociaciones comerciales que abarquen a todos sus países miembros. Son dificultades que están nutriendo tendencias por parte de algunos de sus principales países miembros –por su grado de desarrollo económico y por su incidencia en los flujos de comercio e inversión en el plano global- a fugarse hacia otros ámbitos de negociaciones que les permitan profundizar los compromisos asumidos hasta el presente en el ámbito de la OMC. En algunos casos serviría como excusa para justificar tales fugas. Son tendencias que de concretarse en acuerdos firmes podrían traducirse en la fragmentación y eventualmente quiebra del sistema comercial multilateral, o al menos en la erosión de la eficacia de algunas de sus otras funciones, tal como la de la solución de diferendos comerciales.
El segundo plano es el de las negociaciones de mega-acuerdos comerciales preferenciales, incluso de alcance inter-regional. Las tres principales negociaciones en curso, son las del Trans-Pacific Partnership (TPP), del Transatlantic Trade and Investment Partnership (TATIP), y del Regional Comprehensive Economic Partnership (RECEP). A ellas deben sumarse, por su magnitud y relevancia comercial, otras como las que desarrolla la Unión Europea (UE) con la India y con el Mercosur, suponiendo de que en ambos casos finalmente se superen las actuales incertidumbres. Son negociaciones comerciales que en su conjunto cubrirían con reglas preferenciales –no necesariamente extensibles a otros países- una parte sustancial de la población, del producto bruto y del comercio mundial.
Difícil prever aún si tales negociaciones culminarán en acuerdos firmados y ratificados por los países participantes. El precedente de las negociaciones fracasadas entre los países del sistema interamericano –las del ALCA-, indican que más allá de las expectativas que puedan generarse, incluso utilizando una buena dosis de “diplomacia mediática” con todo tipo de “efectos especiales” no siempre ellas concluyen en la firma de un acuerdo. Y el precedente de la Carta de la Habana en 1948, de la cual surgió la Organización Internacional del Comercio (OIC) permite asimismo recordar que aún cuando las negociaciones concluyan con éxito, no siempre pasan luego el test de su aprobación parlamentaria y, por ende, de su ratificación y entrada en vigencia.
Pero si finalmente concluyeran y los respectivos acuerdos entraran en vigencia, podrían producir dos tipos de resultados. Incluso ellos pueden ser secuenciales. Uno sería un fuerte vaciamiento del sistema multilateral con las consecuencias que puede tener en términos de erosión de una institución relevante para la gobernanza global tal como lo es la OMC. Es decir que sus impactos trascenderían, en tal caso, el plano más limitado del comercio mundial. El otro sería el que los citados acuerdos podrían generar estándares de compromisos en materia de regulación del comercio global de bienes y de servicios, así como, entre otras, de las inversiones, la propiedad intelectual, y las compras gubernamentales, que luego se procuraría extenderlos al plano multilateral. En la práctica implicarían marginalizar países que no participan en tales acuerdos, del proceso de definición de reglas e instituciones que en el futuro regularán el comercio mundial. Y es difícil imaginar que los países excluidos, especialmente si tienen o aspiran a tener una participación relevante en el comercio mundial, acepten pasivamente tal marginalización.
Y el tercer plano es el de las múltiples modalidades de encadenamientos productivos transnacionales con alcance global y, a veces, sólo regional o inter-regional. En el glosario de la diplomacia comercial actual se las encapsula en el concepto de cadenas globales de valor. A veces ellas son resultantes de la fragmentación en distintos países de la producción de grandes empresas transnacionales, con su lógica incidencia en los flujos de inversión y en los servicios de distribución, transporte y logística. Pero también resultan de la articulación transfronteriza de grupos de empresas –muchas veces pequeñas y medianas- con nichos de especialización y con fuerte potencial de complementación. En tal caso, pueden ser la resultante de estrategias de integración productiva desarrolladas por un grupo de países, tal como se ha intentado hacer en el Mercosur y antes en el viejo Grupo Andino.
Los desarrollos recientes en estos tres planos han tenido repercusiones en América Latina y, en especial, en el espacio regional sudamericano. Por un lado, por los avances aún difíciles de precisar en sus verdaderos alcances prácticos -es decir de aquellos que trasciendan los efectos de corto plazo del juego mediático- que se estarían produciendo en el desarrollo de la Alianza del Pacífico. Por otro lado, en el debate que se está instalando en países del Mercosur sobre cómo encarar las nuevas realidades del comercio y de las negociaciones comerciales internacionales.
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