CONTRIBUIR A
AFIRMAR LA EFICACIA Y LA RELEVANCIA DE LA OMC:
¿Uno de los
principales desafíos que tendrá que enfrentar su nuevo Director General?
Félix
Peña (*)
Newsletter
mensual
Mayo 2013
Resumen:
La parálisis de la Rueda Doha y la fragmentación del sistema comercial
internacional, resultante de la tendencia a la proliferación de mega-acuerdos
comerciales preferenciales interregionales, son síntomas de
problemas de relevancia que encara la OMC.
En tal contexto iniciará su gestión Roberto de Azevêdo como nuevo
Director General de la OMC. Sucede a Pascal Lamy quien durante ocho años ejerció
dicho cargo y que a pesar de su rica experiencia internacional, prestigio
personal y claridad intelectual, no pudo
tener pleno éxito en la difícil tarea de concertar los objetivos negociadores
de países con intereses y recursos de poder tan diferentes.
El nuevo Director General
tendrá poco tiempo para incidir en los resultados de la Conferencia Ministerial
de principios de diciembre. A pesar de los notorios esfuerzos que ha realizado
Lamy, subsisten dudas de que en Bali se logren resultados significativos. Pero
el hecho de que habría conciencia de los efectos que un Bali pobre tendría en
el futuro de la OMC podría contribuir a que al menos se logre avanzar en el
trazado de una hoja de ruta futura –una “agenda post-Bali” creíble-. El
reciente informe sobre “El Futuro del Comercio: Los retos de la convergencia”,
brinda elementos significativos para el trazado de tal agenda. Es un legado
valioso del rico período Lamy en la OMC.
Para tener éxito en su
gestión, Azevêdo requerirá del apoyo activo de los países que optaron por él en
el tramo final del proceso de selección. Se abre entonces una etapa en que lo
valioso será el aporte de ideas prácticas y de energía política que permitan trazar
una hoja de ruta proyectada al futuro, y renovar objetivos y métodos de trabajo
de la OMC. Como señalara Lamy al presentar el informe sobre el futuro del
comercio, la palabra clave es “convergencia”. Son cuatro los niveles en que ella
debe procurarse: el de las políticas comerciales de los países miembros; el del
sistema multilateral con los diversos sistemas preferenciales; el de las
políticas comerciales y otras políticas internas de los países, y el de las
políticas comerciales con otras medidas públicas no tarifarias.
Esos cuatro niveles de convergencia requerirán de una gran capacidad de
concertación de intereses nacionales. No será tarea fácil dado, además, las
limitadas competencias que le han sido atribuidas, hasta el presente, al
Director General de la OMC. Pero lo que sí puede aportar un funcionario
internacional independiente, que no responda a ningún país ni grupos de países
en particular, es una visión de conjunto y también ideas prácticas que permitan
conciliar intereses nacionales a veces muy divergentes.
Más allá de sus notorias diferencias, tanto la
Organización Mundial del Comercio (OMC), en el plano global, como la Unión
Europea (UE) y el Mercado Común del Sur (Mercosur) en el plano regional,
parecen compartir desafíos similares. Ellos implican preservar relevancia a
través de su adaptación a nuevas realidades globales y regionales que son, como
se sabe, muy diferente a las de sus respectivos momentos fundacionales.
Son requerimientos de adaptación, que parecen prioritariamente
centrarse en cuestiones metodológicas relacionadas con los mecanismos e
instrumentos que les permitan lograr los objetivos por las cuales fueron
creadas, a través de la adopción de decisiones que penetren en la realidad y
que sean eficaces.
Pero en los tres casos, tales cuestiones
metodológicas tienden, por momentos, a derivar hacia cuestiones existenciales.
Son aquellas que reflejan dudas de sus países miembros –y más aún de quienes
tienen que tomar decisiones de inversión productiva y, en especial, de las
respectivas ciudadanías- sobre la vigencia de los objetivos que llevaron al
pacto fundacional o, al menos, sobre las posibilidades de lograrlos en el marco
de los actuales marcos institucionales. Son objetivos vinculados, en especial,
con la gobernanza global en el plano del comercio internacional (en el caso de
la OMC) o con las respectivas gobernanzas regionales (en el caso tanto de la UE
como del Mercosur), concebidas éstas últimas como la creación de condiciones de
paz, democracia y estabilidad política, y de desarrollo económico y social, en
el espacio geográfico compartido por sus países miembros.
El estancamiento de la Rueda Doha y las tendencias
a la fragmentación del sistema comercial internacional como resultante de la
proliferación de iniciativas de mega-acuerdos comerciales preferenciales
interregionales (tales como el Trans-Pacific
Trade Partnership- TPP- y el Transatlantic Trade and Investment
Partnership – TATIP-), son algunos de los síntomas más evidentes de los
problemas de eficacia y, por ende, de relevancia que encara la OMC. Todo ello
en momentos en que los efectos de la actual crisis económica y financiera
internacional sobre el comercio mundial se mantienen agudos, con el
consiguiente impacto de antiguas y también de novedosas modalidades de
protección de los respectivos mercados a los que acuden un número amplio de
países miembros.
En tal contexto deberá iniciar el 1° de septiembre
próximo su gestión como nuevo Director General de la OMC el Embajador Roberto
de Azevêdo. Sucederá a Pascal Lamy quien durante ocho años ejerció dicho cargo.
La fuerte experiencia internacional y el prestigio personal y técnico de Lamy
no resultaron suficientes para que pudiera alcanzar el éxito que procuró en la difícil tarea de
concertar las posiciones negociadoras de países con intereses y recursos de
poder tan diferentes. Azevêdo conoce bien los ámbitos negociadores de Ginebra y
el arte de la diplomacia económica. El que haya sido designado tras un
interesante proceso de selección que originalmente contó con nueve candidatos
todos ellos con notorios antecedentes, habla mucho sobre su prestigio como
diplomático y ello contribuirá a su gestión. Pero, en particular, habla también
de las nuevas realidades del poder mundial. El hecho que no era el candidato
preferido de los países que desde el origen del GATT fueron los protagonistas
principales a la hora de las decisiones claves y que, por el contrario, sean
países en desarrollo los que más incidieron en su selección, pone de manifiesto
que la OMC no es más lo que fue al ser creada en Marrakech.
El nuevo Director General tendrá muy poco tiempo
para incidir en los resultados de la Conferencia Ministerial a realizarse a
principios de diciembre en Bali (Indonesia). A pesar de los notorios esfuerzos
que ha realizado Pascal Lamy, subsisten fuertes dudas que en tal oportunidad se
logren resultados significativos. Pero el hecho que se estaría tomando
conciencia de los efectos –incluso políticos, en términos de gobernanza global-
que un Bali pobre pudiera tener sobre el futuro de la OMC y sobre su eficacia
como ámbito de negociaciones comerciales internacionales que sean relevantes,
podría contribuir a que finalmente se logre avanzar en el trazado de una hoja
de ruta futura –una “agenda post-Bali” que sea creíble-.
El reciente informe sobre “El Futuro del Comercio: Los retos de la convergencia”, brinda
elementos significativos para el trazado de tal agenda. En tal sentido es uno
más de los legados valiosos del período Lamy en la OMC. Otros legados se
refieren a las evidentes ganancias que se han evidenciado, por ejemplo, en el
plano (i) de la transparencia –que se refleja en una página Web de calidad- y
en particular sobre las políticas comerciales que aplican los países miembros; (ii)
del mecanismo de solución de controversias, y (iii) de la comprensión de las
transformaciones que se están operando en las modalidades del comercio
internacional de bienes y servicios, así como de su vínculo con las inversiones
productivas y el desarrollo económico –reflejada tanto en el concepto de “hecho
en el mundo”, como en la continua labor docente que el Director General ha
efectuado a través de sus conferencias en múltiples ocasiones y en muy
distintos lugares-.
Pensando en Bali, cabe señalar que un problema no
menor, sin embargo, puede ser el hecho que en particular los EEUU no parecerían
muy interesados en restablecer la relevancia del sistema multilateral del
comercio internacional. Si eventualmente lo están, no lo han logrado demostrar
en forma convincente. Por el contrario, la administración del Presidente Obama
parecería más concentrada en impulsar la nueva generación de mega-acuerdos
comerciales preferenciales interregionales. El reciente viaje presidencial a México
parecería inscribirse en tal estrategia. A tales mega-acuerdos se los visualizaría
como una alternativa más interesante por sus posibles contenidos OMC-plus y
quizás, en última instancia, como una forma de presionar a algunas de las grandes
naciones emergentes para que finalmente acepten una negociación “Doha-plus”.
Incluso un especialista de prestigio e influencia
como es el profesor Richard Baldwin (ver la referencia a su reciente artículo
en la Sección Lecturas Recomendadas de este Newsletter
del mes de abril 2013), ha avanzado la idea de una OMC 2.0, más adaptada a lo
que considera que son nuevas realidades del comercio mundial, con una membresía
limitada a los pocos países que, en su opinión, son relevantes en un mundo en
que el intercambio de bienes y servicios se canaliza, en gran medida, en el
ámbito de cadenas transnacionales de valor. Las inversiones a que ellas dan
lugar requerirían, entonces, negociar marcos regulatorios y medidas eficaces
que las protejan y que, sobre todo, protejan el conocimiento y la inteligencia
incorporada en los respectivos bienes y servicios. Sin embargo, el mencionado
especialista no analiza –al menos en el referido artículo- las implicancias
geopolíticas de su propuesta, especialmente en términos de gobernabilidad
global. Y tampoco explica cómo las cadenas de valor transnacionales han podido
desarrollarse en los últimos años a pesar de que no existieran aún los
mega-acuerdos comerciales interregionales preferenciales que se están
impulsando ni, por cierto, la OMC 2.0.
Para tener éxito, Azevêdo requerirá de todo el
apoyo activo de los países que optaron por él en el tramo final del proceso de
selección. Es una etapa en que lo valioso será el aporte de ideas prácticas y
de energía política suficiente para permitir concluir Bali con una hoja de ruta
proyectada al futuro, y orientada a renovar objetivos y métodos de trabajo de
la OMC. Al respecto y como lo señalara Pascal Lamy al presentar el antes
mencionado informe sobre el futuro del comercio, la palabra clave es la
convergencia. Según dicho informe, son cuatro los niveles en que tal
convergencia debe procurarse: el de las políticas comerciales de los países
miembros; el del sistema multilateral con los diversos sistemas preferenciales;
el de las políticas comerciales y otras políticas internas de los países, y el
de las políticas comerciales con otras medidas públicas no tarifarias.
Esos cuatro niveles de convergencia requerirán de
una gran capacidad de concertación de intereses nacionales. No será tarea fácil
teniendo en cuenta, además, las limitadas competencias que le han sido
atribuidas, hasta el presente, al Director General de la OMC. Pero lo que sí
puede aportar un funcionario internacional independiente, que no responda a
ningún país ni a grupos de países en particular, es una visión de conjunto e
ideas que permitan conciliar intereses nacionales a veces muy divergentes.
Claro que el arte de concertar requiere de un
pre-requisito: que los distintos países sepan lo que quieren y lo que pueden
lograr en un contexto internacional en profunda y constante mutación, donde
parece haberse agotado el margen para el ejercicio de lo que el profesor
Bertrand Badie, de Science Po Paris, ha
denominado con acierto la “diplomacia de la connivencia (ver en la Sección Lecturas
Recomendadas su libro traducido al español con el provocativo título de
“Diplomacia del contubernio”).
En tal sentido, Roberto Azevêdo tiene una gran
oportunidad –y un gran desafío- de poner de manifiesto la contribución que la
capacidad de concertación puede aportar a la necesaria gobernanza global. Será
fundamental que en el ejercicio de sus funciones sea percibido como alguien que
está comprometido con todos. Y con ningún país o grupo de países en particular.
Algo así como la cualidad que Jean-Christophe Rufin le atribuye a Jacques
Coeur, el protagonista de su novela histórica “Le Grand Coeur” (Gallimard, Paris 2012), y que era su capacidad
para ver todo desde la altura como un pájaro (“comme le ferait un oiseau”). Quizás haya sido Jean Monnet quien en
términos contemporáneos mejor reflejó esa cualidad. Con su acción e ideas,
contribuyó de manera decisiva a que la Europa de la post-guerra encontrara una
hoja de ruta que ahora parecería, por momentos, estar tentada a abandonar.
Lecturas recomendadas:
Ø Badie, Bertrand, “La diplomacia del contubernio. Los desvíos
oligárquicos del sistema internacional”, EDUNTREF, Buenos Aires 2013.
Ø Ben-Atar, Doron S., “Trade
Secrets. Intellectual Piracy and the Origins of American Industrial Power”, Yale University
Press, New Haven
& London 2004.
Ø Castro, Jorge, “Malvinas Hoy. Su importancia económica y geopolítica”, Distal, Buenos
Aires 2013.
Ø Choate, Pat, “Hot Property.
The Stealing of Ideas in an Age of Globalization”, Alfred A.Knopf, New York
2005.
Ø Draper, Peter; Lawrence, Robert, “Que
devraient penser les pays d’Afrique Subsaharienne de chaînes de valeur
mondiales”, ICTSD, Passarelles, Vol.14; number 2, Mai 2013, en: http://ictsd.org/i/news/passerelles/162886/.
Ø Machado Oliveira, Ivan Tiago, “A Política Comercial Externa Brasileira. Uma
análise de seus determinantes”, Fundacão Getulio Vargas, Direito GV,
Editora Saraiva, São Paulo 2013.
Ø Morin, Jean-Frédéric, “Mapping
Prevailing Ideas on Intellectual Property. Preliminary Finding from a Survey”, International
Centre For Trade and Sustainable Development (ICTSD), Issue Paper N° 38, Geneva
2013.
Ø Narlikar, Amrita; Daunton, Martin; Stern, Robert M. (eds), “The Oxford
Handbook on the World Trade Organization”, Oxford University Press, Oxford – New
York, 2012.
Ø Pursell, Carrol, “The Machine
in America.
A Social History of Technology”, The John Hopkins
University Press,
Baltimore 2007.
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________________________________________________________________________(*) Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación Standard
Bank; Director de la Maestría
en Relaciones Comerciales Internacionales - Universidad Nacional de Tres de
Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las
Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group.